Como hemos visto hoy en clase, para Platón felicidad y virtud están unidas. Ejercitarse en el hábito de la virtud es indispensable para ser felices.También para Aristóteles y Ortega la felicidad está ligada al hábito de elegir el bien.
Aunque a priori pueda parecernos que esta cuestión y los términos en los que Platón se expresa no tienen cabida en nuestro mundo, lo cierto es que el tema de la felicidad no está ni mucho menos zanjado. Veintiséis años después nos seguimos preguntando en qué consiste la felicidad y qué podemos hacer para alcanzarla.
No es esta sólo una cuestión filosófica, la ciencia actual también orienta sus esfuerzos en localizar qué hay de biológico en la felicidad y cómo potenciarla. No en vano, la OMS ha estimado que para 2020 la depresión se convertirá en la segunda causa de enfermedad en los países desarrollados. Cada día conocemos mejor qué mecanismos se activan cuando nos sentimos felices y hemos sido capaces de sintetizar elementos químicos que reproducen el sentimiento de felicidad que nuestro cerebro no puede producir por sí mismo. Pero si recordáis la lectura de Un mundo feliz, no parece que esa sea una solución definitiva. A pesar de poseer todo aquello que generalmente consideramos que está ligado a la felicidad, los habitantes de Un mundo feliz eran seres realmente desdichados y vacíos.
Para ir acotando el tema podemos desechar algunas falsas ideas sobre la felicidad: 1. La felicidad no es un estado permanente. Lo que la define precisamente es su carácter transitorio y efímero. Si la felicidad fuese oro, no lo encontraríamos en lingotes sino en pequeñas pepitas escondidas aquí y allá en el río de nuestra vida. 2. La felicidad no viene de fuera. El principal aliado y el principal enemigo de nuestra felicidad está en nosotros mismos. Como decía Locke, los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias. 3. Entonces, la felicidad no nos viene hecha, es algo que requiere de nuestra predisposición, voluntad y atención. Es más, sabemos que nuestros hábitos mentales (ser optimistas, pesimistas, creativos o dogmáticos) acaban creando hábitos que se traducen en conexiones neuronales que condicionan nuestra respuestas futuras. Tal y como dirían nuestros filósofos favoritos, cuando uno se habitúa a elegir el bien acaba convirtiéndose en una persona buena. Igualmente, cuando uno entrena su mente y la predispone hacia la felicidad, consigue ser una persona feliz.
A propósito de estas cuestiones, he encontrado este programa de Redes en el que habla del estado de flujo. Este término se refiere a aquellos momentos en los que estamos totalmente concentrados en una actividad y nuestra mente fluye sin obstáculos hacia la meta que nos hemos propuesto. «Fluimos cuando nuestra conciencia está ordenada y todo se mueve en la misma dirección. Podemos experimentar estados de fluidez en cualquier sitio y en cualquier momento. Sin embargo, tendemos a creer que la felicidad -y, por tanto, la fluidez- consiste en experimentar placer: una buena comida, buen sexo, un viaje a una isla paradisíaca con una compañía interesante, relajarse delante del televisor? En cambio, estudios psicológicos muestran que la mayoría de las actividades que nos proporcionan sensación de fluir tienen metas y normas claras, algo que se da más en el trabajo que en el tiempo libre! «
La reflexión sobre la felicidad y los argumentos que se dan en el programa me han recordado algunas cosas que hemos visto hoy en Platón y creo que os servirán para preparar vuestro ensayo de la próxima semana y quien sabe, quizá os ayude a ser más felices. 🙂